«Nueve cuentos», de J.D.Salinger. Cada vez que lo abro aprendo y me maravilla algo nuevo entre sus líneas.
Te voy a decir el último que he leído y he disfrutado porque el último, último, no acabó de cumplir mis expectativas. El que sí lo hizo fue «El camino para llegar hasta mí», de Jenny Colgan. Tierno, con sentido del humor y una atmósfera que te envuelve y te atrapa por completo.
El último libro de Érika Gael, «No hay nada después del final», tienes que leerlo sí o sí. O «Hielo». O lo que quieras de esta mujer porque lo que hace con las palabras es increíble.
La semilla surge hace casi veinte años, en un cuento que escribí para un concurso de mi ciudad. En él salían dos personajes de los que me quedé con ganas de explicar más cosas. Eran los que más tarde se convertirían en Lola y Cesc. Estuvieron susurrándome su historia durante muchos años y me di cuenta de que eso que me decían tenía forma de novela. Yo no me sentía preparada para escribir novela entonces, así que hice un curso de novela con Érika Gael —lo mejor que pude hacer para mi vida como escritora— y fue allí donde el por fin empecé a darle forma.
¡Es difícil escoger solo una! En esta novela hay escenas muy bonitas. Pero te diré la del primer beso entre Lola y Cesc. Es un momento que tuve muy claro desde el principio y que, aunque haya cortado, reescrito y cambiado mil cosas de la novela, ha permanecido casi intacto durante todo este tiempo.
Otra difícil. Como de momento solo tengo una novela, si tuviera que quedarme con algún personaje de «Descalza entre raíces», creo que sería con Cesc. Quizás está mal que yo lo diga de mi propio personaje, pero es que esa manera que tiene de enfrentarse a la vida, de elegir el camino de la ternura, de ser generoso y fuerte... a mí me tiene enamorada.
La principal razón que se me ocurre es que la novela romántica es un tipo de novela que habla, sobre todo, de sentimientos. Y no hay nada que resuene tanto en nosotros, los humanos, que una buena dosis de eso mismo. Solo por esa razón ya debería darle una oportunidad todo el mundo.
He escrito librojuegos, cuentos —más de los que puedo contar— y ahora una novela. Tengo muy buenos recuerdos de la época en que se gestaron los librojuegos porque estábamos haciendo algo novedoso en España y, además, era mi primera experiencia como escritora trabajando para una editorial. Pero el proceso de creación que más me ha marcado ha sido el de esta última novela. He aprendido tanto, he conocido a personas tan maravillosas, que ha cambiado no solo mi manera de escribir, sino mis metas y mi visión de cómo quiero que sea mi carrera como escritora. Y a un nivel más personal, de trabajo interno, también me ha cambiado para bien.
Sí. Creo en el amor fraternal, en el amor a un lugar en el que te sientes bien, a una actividad que te da la vida, a uno mismo... Y que puedes sentir ese amor toda tu existencia. Y si hablamos más concretamente del amor de pareja, pues también. La prueba la tengo en mis abuelos, sin ir más lejos. No creo en el amor como algo estático o único, sino como algo vivo, infinito, que puede tener muchas formas, evolucionar, pasar por diversos cambios y retos, y que está alimentado por muchas cosas como, por ejemplo, el respeto y la amistad sincera. Creo que el amor puede durar toda la vida si se entiende, se cuida y se alimenta.
Hubo un momento crítico en la escritura del primer borrador en que pensé seriamente en dejarlo. Llevaba semanas sin escribir una sola palabra, porque sentía que había desconectado de Lola y Cesc. Y ¿cómo podía escribir su historia si ni siquiera yo creía en ellos? Era como si necesitara una prueba, algo que me recordara que no podía fallarles. Y fue entonces cuando empecé a buscar sus caras y sus cuerpos en fotografías de Pinterest y acabé montando rápidamente, en Photoshop, un retrato de ambos. Me puse el fotomontaje como fondo de pantalla en el móvil y cada vez que lo desbloqueaba allí estaban ambos, mirándome fijamente, recordándome que teníamos algo importante pendiente. Y lo consiguieron.
Mucha. Es una de las primeras cosas que me pregunto, qué necesito saber, dónde lo puedo encontrar... Según mi experiencia siempre hay un proceso de documentación al principio de cada escrito y luego, durante la escritura, suelen haber momentos en los que necesitas más información y vuelves a buscar. A medida que desarrollas una historia te das cuenta de qué necesitas y no habías contemplado antes. Además, durante el proceso de documentación, pueden aparecer pequeñas joyas que pueden enriquecer el texto. A mí me pasó con la escena del eclipse. Encontré información sobre ello, decidí que iría en la novela y es uno de los momentos que más me gustó escribir.
Ahora mismo escribo donde puedo. Antes tenía una mesa y un portátil, pero mi mesa se la ha quedado mi hijo y el portátil ha dicho que se jubila, así que me pongo en su ordenador cuando está en el colegio y cuando vuelve a las cuatro y media, si quiero seguir escribiendo, tengo que tirar de libreta y bolígrafo. Es una situación temporal, pero me ha enseñado que se puede escribir en cualquier sitio: en la cama, el sofá, la mesa de la cocina, delante del horno (en invierno me encantaba sentarme delante del horno), en el balcón... Sé que aconsejan escribir siempre en el mismo lugar y en el mismo horario pero, a veces, es simplemente imposible. Y tengo claro que no voy a dejar de escribir por eso.
Si no puedo documentarme in situ, lo hago sobre todo on-line. Bibliotecas on-line, hemerotecas on-line, YouTube, series de televisión, películas, documentales, Google Maps... Tenemos una suerte inmensa de tener todo ese contenido al alcance de la mano.
Las mañanas. Cuando era más joven era un búho. Trabajaba por el día, estudiaba de noche y siempre me acostaba a las tantas escribiendo. Ahora prefiero irme a dormir antes y levantarme temprano.
Desde hace dos años, pues es una costumbre que empecé con «Descalza entre raíces», compro un bolígrafo y una libreta pequeña cada vez que empiezo un proyecto nuevo. Ahí escribo ideas al vuelo, escenas, frases... No suelo desarrollar en ella capítulos, ni nada más extenso. Apunto referencias, cosas que se me ocurren. Cuando no estoy en casa los llevo en el bolso. Aunque alguna vez me la he olvidado y he acabado apuntando lo que sea detrás de un tique de compra.
Pues soy diseñadora gráfica de formación, de las de la antigua escuela, y en veinte años he trabajado en casi todos los procesos que se relacionan con ello. Desde la producción pura y dura en una imprenta, hasta la gestión de proyectos en un estudio de diseño y márquetin. Esto, unido a mi pasión por la escritura y la publicación, y la situación económica general, hacen que ahora mismo me esté reinventando. A la vez que aprendo procesos nuevos estoy creando contenido docente basado en mi experiencia, que pronto verá la luz. Mi foco está en el diseño editorial, pero tampoco me cierro a hablar de otros temas en los que pueda aportar algo. Mientras todo esto acaba de ponerse en marcha planifico mi carrera de escritora y colaboro con mi marido, que también es diseñador gráfico e ilustrador, en la parte conceptual de sus proyectos de diseño e ilustración. Se me dan bien las lluvias de ideas.
Cuando escribo cuento, no suelo planificar. Creo que después de escribir tantos tengo la estructura más o menos asimilada y me centro más en lo que sale de las vísceras. Pero para escribir algo tan extenso como una novela, planifico. A demás, necesito invertir mucho en tiempo blando, pensando en la historia y los personajes, antes de sentarme a escribir nada. Me encanta hacerme la película en la cabeza. Es una manera de buscar hilos, de darme cuenta de si algo es coherente, si me provoca una emoción o me deja fría, si va a alguna parte. Así que sí, planifico. Y sobre todo, pienso mucho en la novela antes de sentarme a escribirla.
Muchísimos, no podría nombrarlos a todos. Creo que de casi todos los autores que he leído me he quedado con algo. Pero creo que entre los que han dejado una huella más profunda en mí están Lorca, Salinger, David Vann... Y en romántica Érika Gael y Marisa Sicilia.
Supongo que el principal es tener que tomar decisiones sin conocimientos previos del sector. Publicar con editorial o autopublicarse; formarse con un mentor o por su cuenta; contratar a un corrector, un maquetador, un portadista o hacerlo él todo... Y cuando esas decisiones están tomadas y empiezas a conocer dónde te estás metiendo, aparecen otros. Cómo darse a conocer, cómo encontrar lectores, cómo no arruinarse... Un escritor novel, aunque vaya de la mano de una editorial, puede llegar a estar muy perdido. Por suerte, dejar de ser novel, solo es cuestión de tiempo, ampliar tu círculo de colegas y trabajo. Y creo que es bueno pasar por ese proceso tortuoso, llevar la «L» en la escritura nos enseña y nos pone a prueba. Gracias a ello sabemos hasta qué punto deseamos ser escritores, qué estamos dispuestos a hacer para lograrlo y qué no. Y, muy importante, a dónde queremos llegar.
Lo primero que publiqué fue un librojuego erótico con la editorial Erotic Appetite. Fue su editor, José Lomo, quien se puso en contacto conmigo y me ofreció la oportunidad de escribirlo. Yo no tenía ni idea de librojuegos ni de erótica, pero me subí al carro enseguida. En la escritura soy bastante kamikaze y me gusta probar cosas nuevas. No me cierro a nada. Él había escrito ya uno y Paty C. Marín otro. Así empezamos a crear el catálogo que luego pasó a manos de Harlequin Ibérica Digital.
Como escritora me gusta probar cosas nuevas y siempre me estoy moviendo de un lado a otro y eso hace que, al escribir en un género, traiga cosas de los demás. Ahora mismo, el que quiero explorar mejor como escritora, es la romántica. Y como lectora, pues tampoco tengo género literario favorito. Creo que hay grandes obras en cualquier género así que, a la hora de escoger lectura, me guio más por el libro que por el género o el autor.
Lectores a los que les guste leer sobre los sentimientos, en general. Creo que en mis escritos siempre hablo de lo complejos y maravillosos que somos los humanos con nuestros sentimientos, pulsiones, deseos... Explorando nuestros los límites, yendo más allá. En mis historias me centro mucho en eso y supongo que, para que alguien las disfrute, tiene que estar en línea con esa temática y esa manera de narrar.
Sí. Para este año quiero corregir algo de todo lo que tengo en el cajón —que es bastante— y prepararlo para que salga al mundo. Y también he empezado a escribir una nueva novela romántica, aunque tengo dos más que piden paso. Así que al final no sé cuál de las tres acabaré antes. De todas maneras tendrían que alinearse mucho los astros para que publique alguna de ellas este año. Me gusta tomarme mi tiempo cuando escribo.
Mi principal debilidad es que soy impaciente y me aburro si tengo que hacer algo durante mucho tiempo. Por eso, la tarea ya tediosa de la revisión y la reescritura, me cuesta, literalmente, la vida. Pero escribir es reescribir, como dijo David Sedaris, así que acabo haciéndolo sin casi rechistar. Creo que mi fortaleza es que siempre tiendo a buscar la economía en el lenguaje. No soy de soltar grandes parrafadas en mis textos y creo que eso ayuda a la comprensión y al ritmo. Y a no tener que recortar demasiado en la fase de corrección.
0 comentarios
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tu la primera persona!